viernes, 19 de agosto de 2011

Chet Baker (Deep in a Dream) Cuarta parte

Cada vez que Baker ponía las manos en el volante de un coche, sus compañeros de bando veían lo peligroso que podía ser. Con la mirada clavada en la carretera que tenía enfrente, iba pisando el acelerador cada vez más; al poco tiempo, el coche iba lanzado por la carretera tan rápido que parecía que iba a echar a volar. "Parecía que estuviese poseído -contaba Carson Smith-. Era como si tuviera que encontrar algún modo de soltar presión para no estallar". Más o menos lo mismo ocurría cuando se inyectaba heroína. La velocidad y el riesgo eran como drogas para Baker; incluso parecía que se alimentaba del terror de sus pasajeros. Pero, a pesar de los asustados que estaban, sus amigos admiraban su manera de sortear el tráfico y doblar esquinas con la destreza de una piloto de carreras profesional.
Aun así, siempre existía la posibilidad de que Baker corriera la misma suerte que le aguardaba a James Dean, otro conductor temerario, pero a la larga con menos suerte. En los años cincuenta había otros incipientes profetas del día del Juicio que estaban coqueteando con la autodestrucción. Se sabía que Montgomery Clift se había colgado del balcón de su habitación de hotel en Florencia (Italia), solo para "forzar la situación al límite, y ver cuánto se podía acercar al peligro", según dijo su amigo el actor Kevin McCarthy en un documental sobre la vida de Clift. Jack Kerouac anunció su intención de beber hasta matarse, cosa que consiguió por fin en 19969, a los cuarenta y siete años de edad. Como todos ellos, Baker estaba sobradamente dotado de atractivo, talento y celebridad, pero también estaba dispuesto a arriesgar todas estas cosas, como si el futuro no importara nada.



2 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Eso se llama intento de suicidio. Yo creo que no es que el futuro le importase nada, sino que quien no le importaba nada era él mismo.
De modo que era un correcaminos. Curioso, teniendo en cuenta lo lento que era tocando.

Anónimo dijo...

Es que tocar rápido la trompeta, como por ejemplo Dizzy, no debe de ser nada fácil, y el amigo Baker no era precisamente un virtuoso.